En algunos fumadores, los reiterados intentos de dejar de fumar se asocian a otras tantas recaídas. Estos intentos fallidos también alcanzan a aquellos que recurren a las terapias sustitutivas. Estas recaídas ocurren porque el organismo se hace adicto y depende de la nicotina cuyo efecto sobre el cerebro actúa como “recompensa” otorgando una sensación de placer. Tal como sucede con cualquier otra adicción, la falta de nicotina se acompaña de síntomas físicos y psíquicos de “abstinencia”.

Un estudio reciente sugiere que los hijos de padres fumadores son más proclives a desarrollar enfermedades del corazón en su vida adulta, en comparación con los hijos de no fumadores.

Entre los años 1980 y 1983 se recabó información acerca de la exposición al humo del cigarrillo de 1500 niños en cinco ciudades de Finlandia, y se tomaron muestras de sangre.

 Algunos fumadores sólo están dispuestos a reducir el consumo de cigarrillos.

Este es un desafío con el cual el médico y el mismo paciente se enfrentan. Esta política de reducción de daños se define como “una intervención diseñada para reducir el daño a la salud causado por el tabaco, sin requerir ni pretender la abstinencia completa de todos sus constituyentes (entre ellos la nicotina) antes de seis meses”.

Uno de los temores más habituales para quienes se plantean abandonar el cigarrillo es aumentar de peso, lo cual se ha transformado en una razón importante para dilatar los intentos de cesación del hábito. Las mujeres, los fumadores menores de 55 años de edad, y quienes consumían más de 15 cigarrillos diarios son más proclives a notar este aumento de peso.

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