Se realizó un estudio de cohorte, retrospectivo, de pacientes evaluados en el Comprehensive COVID-19 Center, institución en la cual se brindó atención post-COVID en fases tempranas de la pandemia cuando aún no había protocolos clínicos estandarizados. Todas las pruebas de diagnóstico y las terapias fueron indicadas por el médico tratante en base a la historia clínica y el exámen físico. El estudio se llevó a cabo antes que se publicaran las definiciones de COVID prolongado por lo que se generó un protocolo de evaluación transcurridos un mínimo de 30 días a partir del inicio de los síntomas (concordante con la definición adoptada posteriormente del Control Disease Center). Se analizaron las consultas a especialistas y los resultados de las pruebas clínicas según la gravedad del cuadro agudo.
Se revisaron las historias de 1802 pacientes que consultaron una mediana de 8 meses desde el COVID-19 agudo, incluyéndose 350 que habían estado hospitalizados y 1452 tratados ambulatoriamente. Las pruebas de laboratorio de SARS-CoV-2 positivas (RT-PCR nasofaríngea, o serología) no fueron requisito para participar del estudio pero se registraron si estaban disponibles.
En el grupo post-hospitalización no hubo diferencia en el tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas hasta la primera consulta entre pacientes intubados y no intubados. Pero en el grupo de no hospitalizados, aquellos con pruebas negativas o no disponibles se presentaron a la consulta 3,6 meses más tarde que los que tenían un diagnóstico documentado de COVID-19.
Se contabilizaron 2361 visitas iniciales a alguna especialidad, 48,8% neurología, 25% neumología y 12% cardiología (85,8% del total de visitas). El número promedio de especialidades consultadas por los pacientes fue 1.3; las visitas múltiples representaron el 17,2% del total. Las tres especialidades con mayor superposición fueron: 9,2% neumología y neurología, 7,4% neumonología y cardiología, y 5,0% neurología y cardiología.
La signosintomatología neurológica consistió en un deterioro moderado de la calidad de vida (85%) en los dominios de la cognición, fatiga, trastornos del sueño, ansiedad y depresión. El 51% tuvo trastornos cognitivos. Los síntomas respiratorios más comunes fueron dificultad para respirar, disminución de la tolerancia al ejercicio y tos. El 44,9% presentó alteración de la función pulmonar. El deterioro de la capacidad pulmonar total, VEF 1 , capacidad vital forzada y la D LCO se correlacionaron significativamente con la gravedad de la enfermedad aguda, coincidente con un patrón progresivo de restricción con limitación de la difusión. Las anomalías en la TC (opacidad en vidrio esmerilado, fibrosis y atrapamiento de aire) evidentes en el 83,3% de los pacientes, fueron más habituales en pacientes con mayor gravedad del cuadro agudo. Los síntomas cardiacos más frecuentes fueron dolor torácico y palpitaciones y la taquicardia sinusal (> 90 latidos/min) fue la alteración del ritmo más común (12,1%). La mayoría de los pacientes no tenía evidencia de miocarditis o pericarditis activa ni arritmias clínicamente significativas.
Conclusión
Surge de este estudio que la consulta a especialistas por COVID prolongado es motivada en la mayoría de los casos por trastornos neurológicos, pulmonares y cardíacos. Los autores consideran que el enfoque multidisciplinario con criterios predefinidos de demanda de atención o derivación a especialistas puede optimizar la rentabilidad al orientar la consulta al profesional indicado.
Atribuyen las diferencias entre pacientes que habían sido hospitalizados y los que no a distintos mecanismos patogénicos. En el primer grupo el daño podría deberse a hipoxemia, tormenta de citocinas, coagulación intravascular y falla multiorgánica durante la fase aguda. Por el contrario, en los no hospitalizados con un leve cuadro respiratorio inicial podría tratarse de un síndrome autoinmune desencadenado por la persistencia viral, como lo sugiere la menor edad y el predominio de mujeres, de por sí más proclives a desarrollar enfermedades autoinmunes.
Justifican la inclusión deliberada de pacientes sin una prueba positiva de SARS-CoV-2 considerados casos “probables” o “sospechosos” a que esta población, compuesta predominantemente por mujeres de alrededor de 40 años, suele ser rechazada por los proveedores médicos, lo que explicaría por qué consultaron un promedio de 3,6 meses más tarde. Los autores señalan que estos pacientes tienen hallazgos objetivos similares a los de los no hospitalizados con prueba positiva de SARS-CoV-2 y merecen la misma atención y tratamiento.
Acceso libre al artículo original
Joseph Bailey, Bianca Lavelle, Janet Miller B.S., et al. for the Northwestern Medicine Comprehensive COVID Center Investigators. Multidisciplinary Center Care for Long COVID Syndrome – a Retrospective Cohort Study, The American Journal of Medicine 2025;138(1):108-120